Apostilla al artículo «Se acabaron las patrias»

Algunos de mis numerosísimos lectores -necesito hasta las dos manos para contarlos-, han interpretado que mi oposición a que el estado español apoye a Repsol en su pugna con la república argentina incluía también una clara defensa de la decisión argentina al nacionalizar YPF.
Nada más lejos de mi intención. El capitalismo es una relación de fuerza y todos tenemos en la cabeza imágenes de lo que le pasa a un país débil que decide nacionalizar un bien en perjuicio de un país fuerte, especialmente en lo tocante al petróleo. Véanse los casos de Libia o Irak.

Hoy, España es casi un cadáver en descomposición y no van a faltar buitres merodeando sobre su cabeza. Pero en el fondo del asunto no hay otra cosa que el oportunismo populista del gobierno argentino. Una cortina de humo que enmascare el pedregal por el que va a discurrir pronto la economía argentina.

Alguien podría objetar que es lícito que un país recupere sus recursos naturales, como ya han hecho con anterioridad países como Venezuela. Pero yo creo que al estado le toca legislar, inspeccionar las actividades de estas empresas, adjudicar licencias y demás. Aunque, ya lo he dicho, el capitalismo y su «libertad» de mercado se apoyan en flotas cañoneras y, de eso, España no tiene. Sí tiene EEUU, y por eso su 17% de participación en YPF ni se toca.

La jugada de trilero de la presidenta argentina tiene una lógica muy clara: «extraer el nuevo tesoro encontrado en el subsuelo argentino lo puede hacer Repsol, pero es caro. Para eso nos vamos a los chinos a que nos hagan precio».