Juez Llarena: «Esto no es la Audiencia Nacional»

En recientes declaraciones de Joan Josep Nuet a RAC 1, Joan Josep Nuet alaba la actitud del juez del Tribunal Supremo, de la que infiere un reproche de la actuación de la Audiencia Nacional y su jueza Lamela.

Antes de iniciar la sesión, el juez Pablo Llarena, con tono muy amable y sereno, tranquilizó a los encausados con un «Esto no es la Audiencia Nacional». Durante toda la sesión, la fiscalía intentó hacer todo lo posible para recordarle al juez que la Audiencia Nacional ya se había pronunciado y marcado jurisprudencia, aseveración que el juez Llarena no les permitió continuar en ningún momento, recordándoles cuál es la posición del Supremo en el poder judicial del estado e intentando soslayar lo ridículo de estas afirmaciones.

Según Nuet, toda la sesión estuvo presidida por la cordialidad y por un correctísimo manejo de los conceptos jurídicos, mientras la fiscalía iba filtrando información interesadamente sesgada a la prensa ya que, en todo momento, los móviles siguieron operativos.

Según el diputado de Catalunya Sí que es Pot, medios como La Razón y el ABC se tendrán que «comer con patatas» la imagen de la Presidenta del Parlament paseando libremente hoy por Madrid. «Ciudadanos y el Partido Popular de Catalunya se vendrán abajo» cuando vean a Carme Forcadell en los mítines de campaña. «Seguiremos luchando por nuestra causa», asegura Nuet, que siempre se ha declarado no independentista.

«El juez tendrá muchas presiones, seguro», afirma Nuet, que también está convencido que la parte del Govern que está en Bruselas podrá volver a Catalunya en libertad para entrar en campaña electoral. «Si la Presidenta del Parlament está en la calle, los alcaldes también», ha dicho convencido el político.

«Como sociedad debemos mostrar la máxima inteligencia porque la alternativa son los ‘partidos de la tierra quemada…’, integrando más sensibilidades y más opciones en la defensa del derecho a decidir. Teníamos que ser más sinceros con la gente y explicárles qué teníamos y que no (…) daba la sensación que el tren iba lanzado y no podía parar (…) hay que hacer autocrítica, ver lo que ha ido bien y lo que no (…) hay que hacer un paso atrás para preparar el salto final».

Finalmente, continúa explicando que para conducir otra vez el Procés hay que parar e integrar más gente y sensibilidades, siendo más transversales, manteniendo la movilización, siguiendo activados como sociedad…

Sindicalismo emancipador en Catalunya

Cuesta entender por qué la se aplican de manera tan dispar los criterios legales que regulan el derecho a concentración y huelga.

Cuesta entender por qué en la última huelga general habida en este país, se pidió prisión para los piquetes de CCOO que querían paralizar un autobús que incumplía los servicios mínimos y, en cambio, hoy, en la huelga general convocada por un sindicato minoritario en Catalunya, treinta personas pueden cortar impunemente vías de comunicación tan importantes como la Diagonal o una autopista.

Cuesta todavía más de entender que se tenga que pedir permiso a las autoridades para una simple concentración en una plaza de ayuntamiento y, sin embargo, se pueda ocupar toda una estación, dejando cercanías y AVE fuera de servicio, sin previo aviso.

Cuesta de entender por qué los antidisturbios cargaban contra todo bicho viviente el 15M y, por contra, hoy no han dado señal de vida cuando los grupos de huelguistas han empujado escaleras abajo a los policías que acordonaban los andenes del AVE.autopista

 

¿Será el peso de las ideas? ¿Será que hay miedo en el gobierno a repetir escenas de represión? La fuerza utilizada impropiamente hace unos días ha dado paso a una dejadez y laxitud que son igualmente poco justificables.

Está claro que hay ideas con más pedigŕí que otras y que los argumentos laborales se han vuelto demasiado prosaicos para ser defendidos.

Y mientras hoy recibimos la noticia de que los salarios medios sufrieron una regresión en 2016. ¡Viva el nuevo sindicalismo emancipador!

¿De quién es la culpa?

Ya conocemos de sobra las razones de cada uno de los contendientes de esta batalla política.

Unos diràn que los culpables son quienes transgreden el marco legal, convocan elecciones ilegales y profanan el sacrosanto templo de la unidad nacional, lugar sagrado de una constitución que pudieron votar aquéllos que se acercan a la edad de jubilación o ya están jubilados.

Los otros dirán que la democracia no se combate con porras o con jueces sino con razones y negociación, obviando que su representatividad ignora el absentismo de una gran parte de la sociedad catalana.

Y aquí quería ir a parar:

Los grandes culpables del difícil momento político actual no son otros que aquéllos que no han actuado, ni se han mostrado, en una dejadez y laxismo supinamente irresponsables: esa informe masa de sujetos abstencionistas, distantes, inmovilizables en los cuáles se ha apoyado el unionismo una y otra vez, refiriéndose a ellos como la «mayoría silenciosa».

Los miembros de esa mayoría silenciosa son una gavilla de indocumentados deambulantes, producto de una educación y una subcultura que no ve más allá de las propias narices, incapaces de movilizarse por cualquier causa colectiva, sea del signo que sea. En ocasiones se comportan como egoístas empedernidos que se atrincheran detrás de discursos legitimadores, ya sean populistas, legalistas o, incluso, liberaloides, para justificarse a sí mismos. Y, en la última de esas trincheras, el viejo concepto: la libertad. Una libertad a la que sólo se encaraman individualmente y que jamás catalizan hacia un colectivismo militante -del signo que fuere- que conlleve un intento de mejora de la sociedad en su conjunto.

Así pues, más allá de la estulticia militante de la derecha española o de la ingenuidad calculada del nacionalismo catalán, existe un culpable último del desastre que creo que se avecina, aunque desearía equivocarme. No sé como llamarle… ¿Tal vez, homo desolatus?